Un niño abordó un avión para viajar a Nueva York; llamando la atención de todos, subió al avión con boleto en mano, buscó su asiento y se sentó al lado mío.
Se veía un niño educado, seguro e inteligente.
Me miró, sonrió, sacó un libro y comenzó a dibujar, pintar y colorear.
A pesar de su corta edad, acaso unos 8 años, no presentaba rasgos de ansiedad ni nerviosismo al despegar el avión.
El vuelo no fue muy bueno, hubo tormenta y mucha turbulencia. De momento una sacudida fuerte, y todos muy nerviosos; pero el niño mantuvo su calma y serenidad en todo momento ¿Cómo lo hacía?, ¿Por qué su calma?
En esa incomprensible situación, una frenética mujer le preguntó:
– Niño: ¿no tienes miedo? –
-«No señora” – contestó el niño y mirando su libro de pintar concluyó:
-”Mi papá es el piloto.” –
Reflexión
He visto repetirse una y otra vez ambas experiencias:
La de una confianza absoluta, y la de una desesperación irrazonable.
Y he comprendido la raíz de una y otra manifestación: tener presente, o ignorar Quién tiene el control de las cosas.
Los cristianos a menudo no somos conscientes del Señor y Dios que hemos recibido.
No somos conscientes de la Presencia de Él, prometida para cada paso de nuestras vidas.
El dijo: –“He aquí estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” – pero para muchos, esta frase parece ser simplemente una figura poética manifestando un buen deseo de Jesús.
Nuestras vidas se parecen a las de un caminante solitario, que de vez en cuando encuentra cierta orientación; y que, cuando hace norte retoma de nuevo el rumbo, el destino, y el propósito fijado
Vivimos de toques breves y esporádicos.
Nos mal enseñaron a buscar la Presencia a través de “una sensación” en el culto, y no la amorosa compañía del siempre presente Dios.
A lo largo del camino, nos vamos a encontrar con sucesos que nos sacudirán como en una turbulencia. Habrá momentos, en los que no veremos el terreno sólido y nuestros pies no pisarán lugar seguro. No veremos dónde sostenernos, y estaremos inseguros.
En esos tiempos hay que recordar que nuestro PADRE DIOS es el piloto; y, que a pesar de las circunstancias, nuestras vidas están cuidadas por el Creador de la vida.
David no buscaba una ocasional y sobrenatural manifestación de Dios, sino encontrarse con la Persona de Dios. El dijo lo siguiente:
-“Busque a Jehová, y Él me oyó, y me libro de todos mis temores. Los que miraron a Él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias. Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en Él”. – (Sal 34. 4-6, 8 – RVR 1960)
Así que, la próxima vez que llegue una tormenta a tu vida, o si en este momento estás pasando por una, alza tu mirada al cielo, CONFÍA, y di para ti mismo/a: – ¡Soy hijo/a del Piloto! –
Pastor Rubén Herrera