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Cuentos del Pastor

 ÁNGELES

Cuenta una antigua leyenda que un niño, próximo a nacer, le dijo a Dios:

Cuenta una antigua leyenda que un niño, próximo a nacer, le dijo a Dios:
-Me vas a enviar mañana a la tierra. Pero ¿cómo viviré allá, siendo tan pequeño, indefenso y débil? –

Entre los muchos ángeles escogí a dos que te esperan con amor y felicidad. – contestó Dios.

-Pero aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, y eso basta para mi felicidad. ¿Por qué hacerlo allá? – repuso el niño.

Ellos te cantaran y sonreirán todos los días, y te sentirás muy feliz con sus canciones y sonrisas. –

-¿Y cómo entenderé cuando me hablen, si no conozco el extraño idioma de los hombres? –

Ellos te hablarán y te enseñarán las palabras más dulces y más tiernas que escuchan los seres humanos. –

-¿Qué haré cuando quiera hablar contigo? –

Ellos juntarán tus pequeñas manos y te enseñarán a orar. –

-He oído que en la tierra hay hombres malos. ¿Quién me defenderá? –

Ellos te defenderán aunque les cueste la vida misma. –

-Pero estaré siempre triste porque no te veré más, Señor. Sin verte me sentiré muy sólo y desorientado. –

-Ellos te hablarán de Mí y te mostrarán el camino para volver a mi Presencia. – le dijo Dios.

En ese instante, en la inmensa paz que reina en el cielo y el infinito universo, no se oían voces terrestres.

-El niño suavemente preguntó: ¿Me dices sus nombres Señor?

Dios le contesto: -Ellos se llaman PAPÁ y MAMÁ. –

Reflexión

Muchas veces en las consideraciones habituales que hacemos de la vida, olvidamos que somos los encargados de administrarla. Y administrar especialmente los destinos de almas que sólo dependen de nosotros.

Los pequeños que hoy están llegando al mundo no son producto de una cadena evolutiva, de descuidos, o de acciones pecaminosas descontroladas.

Sin justificar los errores y actos rebeldes de nosotros los humanos; debemos recordar que por encima de ellos prima la voluntad de Dios: el Dador de la Vida.

La mirada adulta de las cosas y la percepción espiritual propia de los padres, serán piezas fundamentales para que el recién nacido se relacione con el mundo real: el que vemos y el que no vemos.

Llegara el momento donde la voluntad individual hará su propia elección. Pero en el entretanto, nuestra parte es muy importante, fundamental, y necesaria.

-“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,

lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual”. – (1 Co. 2. 12,13 – RVR 1960)

¿Somos portadores de la Verdad? ¡Sí! Pero también los comunicadores de ella.

El mundo y especialmente los que no han elegido todavía -grandes y pequeños-  dependen de nosotros.

“Y sin duda alguna el menor es bendecido por el mayor” – (He. 7.7 – RVR 1960)

Alguien más está llegando hoy a nuestro escenario, démosle responsablemente el cuidado asignado.

Pastor Rubén Herrera

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