Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio. Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo.
El gran maestro reunió a todos sus discípulos, para escoger a quien tendría ese honor.
-«Voy a presentarles un problema. – dijo – Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo». –
Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló:
-«Este es el problema». –
Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor… ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados.
Después de algunos minutos, un alumno se levanto, miró al maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el vaso con determinación y lo tiró al suelo.
-«Usted es el nuevo guardián.” – le dijo el gran maestro.
Y luego explicó:
–“Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos. Puede tratarse de un vaso de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades. Sólo existe una forma de lidiar con los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que cualquier conflicto lleva consigo». –
Reflexión
¡Los cristianos somos increíbles!
No actuamos con la misma determinación y firmeza para pecar, que cuando tratamos de terminar con un pecado.
Es más fácil introducirnos en la tentación, que sacarnos de ella.
La mayoría de nosotros vive colocando excusas y dando vuelta alrededor de lo que sabemos a ciencia cierta es el problema; lo cual nos lleva a postergar siempre y dilatar el tiempo en lo errado.
Hay una fascinación que se adueña de nosotros a la hora de ceder a lo malo, y una terca actitud a la hora de volvernos a lo correcto.
Puedo golpear y difamar sin reparo, pero… – “debo esperar y estar seguro” -, -“debo sentirlo y no ser hipócrita” -, a la hora de pedir perdón y reparar el daño.
Sabemos que debemos dar a Dios lo que es de Dios; pero… esperamos, calculamos y hasta preguntamos: ¿es el lugar?, o ¿será correcto el uso que harán del mismo?
Lo mismo nos pasa a la hora de bautizarnos o decidirnos al servicio del ministerio. Si tenemos que predicar, se nos ocurre que: -“no estamos preparados, y que no tenemos el testimonio o la madurez suficiente para respaldar el mensaje”. –
Si tenemos que dar de lo nuestro, divagamos sobre si es que será el tiempo o si es de Dios hacerlo, y si no serán nuestros propios impulsos naturales.
Todo el tiempo ponemos obstáculos y trabas para lo bueno.
Ahora… ¡qué facilidad que tenemos para pecar y hacer lo malo!
Como pastor he escuchado infinidad de razones y excusas.
Tanto para obedecer al Señor, como para dejar el camino equivocado.
Pero les aseguro, que ninguna para caer y ceder al pecado. Para esto último, rara vez he escuchado una lista de convicciones y de principios que le sostengan en santidad.
La batalla espiritual que sostenemos frente a la tentación y al pecado, dura segundos y perdemos. Mientras que la batalla frente al obedecer y rendirnos por completo al Señor, puede durar toda la vida.
¿Lo ha notado? Algo está pasando con nosotros y no funciona bien. ¿Verdad?
¿No deberíamos ceder en segundos a la voluntad de Dios, y luchar toda una vida contra el pecado?
El problema es nuestra falta de carácter y nuestra falta de firmeza para sostener lo que creemos y confesamos.
La lista de héroes de la fe de Hebreos 11 puede darnos sugerentes cambios en este día.
Pedro nos da también su propia receta:
-“Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios”. – (1 Pe. 4.1-2 – RVR 1960)
Ha muerto el antiguo guardián. El templo necesita uno nuevo. ¿Podrán contar con nosotros?
Pastor Rubén Herrera